El último libro de Cees Nooteboom trata sobre sus viajes a Japón. El escritor conversa constantemente consigo mismo, y de vez en cuando también anota lo que ve en el exterior. Se documenta sobre el país de una manera muy peculiar: leyendo novelas. Tanizaki, Kawabata, Kenzaburō Ōe y Mishima son sus guías iniciales. Y se hace una pregunta típica de muchos viajeros, aquello de «hasta qué punto Japón es "diferente"». Y quizás por ese mismo afán comparativo reacciona de una manera contraria a los demás, descontento de esas mismas ideas, cuestionándose el porqué ha de ir siempre cargando con sus prejuicios, con una imagen predestinada, y anhelando una cierta ingenuidad para encontrarse ante lo nuevo en todo su esplendor.
«Lo que yo hago apenas merece el nombre de viaje, pues ya no queda nada por descubrir: comprobamos, controlamos, negamos y confirmamos, cotejamos con la «realidad» imágenes e ideas. En última instancia, lo que haré es ver si Japón existe de verdad, como si un espectador en una sala de cine entrara en la pantalla y se sentara a la mesa con los protagonistas de la película.» (Nooteboom, Círculos infinitos)
Así que Nooteboom plantea el marco de reflexión del viajero moderno. En donde, de manera implícita, se cuestionan muchas fórmulas como el turismo, los estereotipos o —hasta con perspectiva metafísica— la existencia nacional. Por todo ello quizás la aproximación del viajero sea aquí inicialmente fenomenológica: describe lo que percibe, intenta apartarse de los prejuicios. Así llega a descubrir las "pequeñas formas de belleza" que lo integran de alguna manera con una cultura extraña, que es incapaz de acoger inicialmente al otro. El libro está compuesto de varios capítulos independientes que componen este collage sobre el país oriental. Surgen probablemente de aquellas observaciones más naturales del viajero, que usa el libro de viaje como un territorio para sus ensayos.
Tokio, la gran ciudad, sus trenes, sus automóviles, sus multitudes, son acopiadas por Nooteboom y descritas con ese método entre telegráfico y confesional, en donde el viajero experimentado quiere olvidarse de lo que ha visto y conocido para ver y conocer de manera totalmente nueva. Y en donde llega a realizar descripciones que ingresan a un nivel diferente al de la mera descripción de los fenómenos:
«Me había preparado mentalmente para sentir horror y angustia ante estas multitudes, pero lo cierto es que me sucede todo lo contrario: me provoca un placer sensual fluir junto a ellas, estar rodeado de una corporalidad incomprensible, convertirme yo mismo en multitud» (Nooteboom, Círculos infinitos)