Los Sueños árticos de Barry Lopez ganaron el National Book Award en Estados Unidos en 1986. Lopez falleció hace más de tres años a la edad de 75. Además de sus viajes, vivió mucho tiempo con los inuit. Del libro que comento dice Robert McFarlane en el Prólogo ¿cómo se puede expresar un paisaje tan descomunal y monocorde? Lo que para muchos autores es una empresa imposible, para Lopez fue una fórmula de éxito personal y literario.
Quizás Lopez asume la ida hacia el Ártico como una estancia en los límites de nuestro planeta, y así lo describe cuando en un viaje hacia Barrow, en Alaska, se percata que el sol, allí, no sale por el este y se pone por el oeste. El sol en el Ártico se mueve de una manera distinta. Durante el verano, prácticamente no se oculta, y la sensación sobre el mismo determina una forma diversa de la vida humana. Es lo más cercano a vivir en otro mundo. En el invierno la ténue noche ártica atisba la luminosidad de las estrellas, la luna y la refracción solar, de vez en cuando. Las explicaciones de Lopez son científicas, pero con una capacidad de divulgación sorprendente. Y nos van introduciendo en las peculiaridades geográficas, climáticas y biológicas de ese lugar distinto. Cada capítulo es una nueva perspectiva para entender el Ártico, y cada uno de ellos, a pesar de estar plagados de datos e información descriptiva, podría también entenderse como una estampa, o lo que los griegos denominaban écfrasis.

La Estrella Polar no siempre será la Osa Menor, de donde viene el nombre de Ártico, porque en realidad la Estrella Polar es la más cercana al eje donde se encuentra ese territorio blanco, sueño de muchos y tumba de otros cuantos. La estrella polar es un nombramiento estelar perentorio, que depende de la cercanía de algunas estrellas al eje norte de nuestro planeta. Sobre estas y otras muchas cuestiones Barry Lopez reflexiona, usando el paisaje como una plataforma de buceo interior, manteniendo siempre el hilo conductor del respeto por el medio ambiente, y la historia de territorio ártico. En una linea que conjuga el viaje, la ecología y la vida espiritual, como Thoreau.
Esta terra incognita no lo será tanto después del libro de Lopez. Sus miradas van desde el territorio polar, pasando por los datos geográficos y sociales, pero siempre en torno a un tipo de meditación viajera, una especie de ética del paisaje, que establece una senda literaria en donde el relato de viaje está emparentado con textos de San Agustín o Petrarca. Cito, como siempre, algunos párrafos del libro.
«Tumbado allí, pensé en mi propia cultura, en la colección de libros en la biblioteca de Alejandría; en las deliberaciones de Darwin y Mendel en sus respectivos jardines; en la concepción arquitectónica de la catedral de Chartres; en las suites para violonchelo de Bach, la filosofía de Schweitzer, las ideas de Planck y Dirac. ¿Hemos llegado hasta aquí, me pregunté, solo para ser desmantelados por nuestras propias tecnologías, traicionados por la connivencia política o la avaricia impersonal de una corporación?» (Barry Lopez, Sueños árticos)
«El hecho de haber visto algo no significa que puedas explicarlo. Siempre abundarán las interpretaciones diferentes, incluso cuando intervengan mentes capaces. El núcleo de información indiscutible es un punto en el espacio; las interpretaciones surgen del deseo de convertir este punto en una línea, de darle dirección. Las direcciones en las que se puede enviar, los usos a los que puede ser destinado por una sociedad cultural, profesional y geográficamente diversa son casi ilimitados. Esas posibilidades hacen que los buenos científicos sean cautelosos.» (Barry Lopez, Sueños árticos)
«Una vez en su vida, un hombre debería concentrar su mente en la tierra recordada. Debería entregarse a un paisaje particular en su experiencia; mirarlo desde tantos ángulos como pueda, maravillarse de él, habitarlo. Debería imaginar que lo toca con sus manos en cada estación y escucha los sonidos que se producen en él. Debería imaginar las criaturas que allí habitan y todos los movimientos más leves del viento. Debería recordar el resplandor de la luna y los colores del amanecer y el atardecer.» (Barry Lopez, Sueños árticos)