Algunos corresponsales son mucho más que eso. Su trabajo periodístico es superado por una especie de embajada de la alteridad; de diplomacia literaria. Las descripciones citadinas de Enric González son visitas irrepetibles a lugares que existen: Londres, Nueva York, Roma y sus historias del calcio, que son crónicas sobre Italia desde el fútbol. No espere una guía al uso el lector. De hecho muchos párrafos se inician con oraciones que tienden a la paradoja: «El sistema político británico es, al menos en parte, resultado de la disposición de unos muebles». Y es que dada la experiencia cronística del autor, estos relatos entremezclan nociones sociológicas, políticas o deportivas con descripciones de lugares y personas. Sus anotaciones, totalmente personales, plasman un subjetivismo que tiende a visiones peculiares y geniales: «Fleet Street debería contemplarse en blanco y negro, como una fotografía o película de entreguerras.».
Enric González suele ser tan directo y poco formal que a veces parece que estuviera conversando con uno. Dice que tardó en encariñarse con el Soho londinense, que las alcachofas alcanzan un nivel sublime en Roma, o que los neoyorquinos se dividen sólo en tres tipos: Yankees, Mets y extranjeros.
Abajo un párrafo de Historias de Londres:
«Hay ciudades bellas y crueles, como París. O elegantes y escépticas, como Roma. O densas y obsesivas, como Nueva York. Londres no puede ser reducida a antropomorfismos. Siglos de paz civil, de comercio próspero, de empirismo y de cielos grises la han hecho indiferente como la misma naturaleza. Quizás exagero. Quizá Londres sea una proyección del carácter inglés. No hay sentimentalismos, ni derroches de pasión, ni verdades con mayúsculas. Por una u otra razón, Londres reúne las condiciones óptimas para que florezca la vida.»