Ya he comentado algunos de los artículos de la serie Read Your Way Around the World en The New York Times. Son más de una docena ya, y algunas de las ciudades mencionadas son París, Estocolmo, Lisboa, Berlín, El Cairo, Reykjavík, Ciudad de México, Roma, Kerala, Londres o Estambul. Todas estas piezas incluyen alguna preciosa ilustración de Raphaelle Macaron. El preámbulo implícito es que se puede uno aproximar a una ciudad de otra manera, si es que uno va a visitarla, si planea hacerlo o aunque no tenga plan alguno. En todo caso la literatura es una gran ayuda para conocer lo que no conocemos. Tanto la ficción, que recrea lo que existe, como el relato de viajes que detalla periplos ciertos. Estos artículos, como el de Abraham Verghese sobre la región india de Kerala que menciona algo de su geografía, o la primera exploración de Vasco da Gama suelen terminar con una lista de de lecturas. Ellas son una guía literaria sobre las ciudades; textos de ficción y textos factuales. Esta colección de artículos del periódico neoyorkino, que podrían ser un libro en el futuro, no hacen sino confirmar que el conocimiento de los lugares supera muchas veces un pragmatismo fatuo, en donde solo priman las cuantificaciones, las rutas turísticas o los estereotipos.
Existen estratos epistemológicos en el conocimiento de los lugares. Esto quiere decir que las poblaciones existen, evidentemente más allá de los que los visitan, pero las observaciones de los viajeros y de los habitantes de un pueblo van desarrollando un conjunto de apreciaciones diversas. Estos estratos literarios son cambiantes, se complementan y van ofreciendo multitud de perspectivas. El São Paulo de Eliana Alvez Cruz no es el mismo que el de Mário Andrade o el de Ana Maria Machado. Estas variantes son como los diferentes cuadros sobre un mismo paisaje. Diferentes épocas, estilos y sentimientos se pueden congregar para ofrecernos una mirada —paradójicamente— más subjetiva de una ciudad. Señalo esto de contradictorio, porque a fuer de múltiples perspectivas podemos descubrir el espíritu de los lugares. Si este existe su mantenimiento, preservación y cuidado no se hacen sólo mediante planes urbanísticos o la protección de sus monumentos sino sobre la lectura de aquellas obras que arrojaron luz y sombra sobre sus calles y gentes. Quizás al pensar sobre los cambios en las ciudades sería aconsejable también consultar algunas de estas lecturas. Abajo dejo algunas de las ilustraciones.