Grunewald en el Oriente del editor alemán Thomas Sparr empieza con un «cuando llegué a Jerusalén, en otoño de 1986». Excelente inicio de un texto que tenga que ver con un lugar real y mítico. La intención posterior podría parecer prosaica: la descripción de un barrio. Pero allí todo tiene un eco de salmodia: «el mundo que quiero describir se congregaba en un barrio de Jerusalén: Rehavia, la Llanura de Dios».
Rehavia es la Jerusalén que fue germano-judía, las calles de los yekkes, procedentes de muchos lugares pero sobre todo de Berlín. Este "transplante" es un fenómeno fascinante en el mundo de la emigración. Por eso el nombre del barrio también tiene la reminiscencia del Grunewald, el barrio oeste de Berlín. Un distrito en otro, un injerto en otro, porque Jerusalén también se encuentra en un mundo de trasplantes. En pocos kilómetros cuadrados pueden haber mundos diversos en las ciudades, y esto es parte de la genialidad del texto de Sparr. No solo pasa en Jerusalén, sucede en Sevilla en Los Angeles o en Wuppertal. Y sería fascinante una historia de los barrios de las ciudades y cómo a veces sus diferencias son enormes.
Para ello es necesario un recuento detallado de los lugares, de sus locales, pero sobre todo de sus personas. Hay un libro poco conocido del peruano Pedro Benvenutto sobre las plazuelas y calles de Lima a inicios del siglo XX. Pero lo más interesante del libro son las descripciones de la gente. Esto está muy en consonancia con la teoría de Sparr:
«La historia de un barrio se puede escribir desde un punto de vista geográfico, arquitectónico, urbanístico o cronológico, aunque lo decisivo son las biografías de sus habitantes, que han marcado la historia del lugar durante décadas, como la propia Rehavia determinó sus vidas. En las distintas biografías hay —como no podría ser de otra manera— solapamientos, simultaneidades y desfases, pero sobre todo una red local de coordenadas que las vincula»
Así que fiel ello Sparr describe el final de una reunión en un café de Rehavia a donde habían acudido —entre otros— Martin Buber y Hanna Arendt.
«Se ha hecho tarde, las camareras empiezan a poner las sillas encima de las mesas, el café se vacía, los reunidos dejan el Atara. Acompañan a Buber a un taxi, el camino a pie hasta su casa sería demasiado largo para él. Los otros cinco caminan por una Rehavia que duerme en silencio. Primero juntos, luego separados. Scholem dobla hacia la derecha, hacia la calle Abarbanel; Hannah Arendt se despide en la calle King George y se va a su hotel. En el número 33 vive Mascha Kaléko («A la vuelta de la esquina vive Buber, y gente así»), y Werner Kraft, que ha acompañado aún un trecho a Scholem, dobla hacia la calle Alfasi, donde está su casa. Anna Maria Jokl ha encontrado alojamiento cerca de la calle Balfour, donde más tarde vivirá muchos años frente a la biblioteca Schocken, justo al lado de la residencia del primer ministro israelí.» (Grunewald en el Oriente)