Hay una teoría del movimiento y el aprendizaje en muchas obras de la literatura universal. En Cervantes, por ejemplo, que decía aquello de que «el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho» (Quijote). Quizás porque muchos de los grandes autores viajaron o desearon hacerlo a través de sus obras. Lo cierto es que una teoría del movimiento podría también señalarse como una forma de pedagogía. Nada de esto es nuevo. Ya lo sospechaban los antiguos griegos y también lo sabían los ilustrados. Por ejemplo, este librito titulado The meaning of Travel pone en evidencia la necesidad de una filosofía del viaje. Su autora, Emily Thomas, es profesora en Durham University.
Un artículo de Pico Iyer en The New York Times titulado The Travel Writer’s Dilemma: Share, or Gatekeep ? reflexiona sobre la labor del escritor de viajes. Y sobre lo de compartir lugares, paisajes, aromas o ciertas tiendas desapercibidas para la mayoría, que han sido fuente de experiencias para el que escribe. Dice Iyer que cuando empezó a escribir sobre Kyoto, hace ya 30 años nadie iba ni quería ir por allí. En el 2023 más de 75 millones de personas visitaron dicha prefectura. Muchas poblaciones no están preparadas para tal afluencia de personas. Algunos negocios sucumben y los vecinos se van. Pero Iyer señala que sus textos también han ayudado a un monasterio benedictino en California a aumentar las visitas de personas que quieren pasar un tiempo de soledad y reflexión. Y quizás eso ha sido bueno para los visitantes y para los monjes. El escritor de viajes, en este caso el cosmopolita Iyer, es consciente de que no todos los gustos son iguales, y que el su...